por Sheila Rousey

Nota del editor: Esta publicación forma parte de la serie titulada Blind Parenting (La crianza de los hijos por padres ciegos) creada con el fin de proporcionar a los padres y abuelos con deficiencias visuales relatos de fuentes directas sobre cómo se puede criar a un niño de forma segura e independiente. En la publicación de hoy, Sheila Rousey comparte su experiencia de ser abuela con pérdida de la visión.

Tiempo de alegría y tiempo de dolor: Ser abuela sin el sentido de la vista por Sheila Rousey

Cuando recibí la noticia de que nuestra familia estaba esperando a nuestro primer nieto, me llené de alegría. Sin embargo, una inesperada sensación de intensa tristeza pronto reemplazó mi alegría.

¿Cómo puede una noticia tan maravillosa traer tanto dolor? Se supone que los nietos sean la mejor parte de ser abuelos. Todo el mundo sabe que los abuelos tienen el maravilloso trabajo de consentir y mimar a sus nietos, y luego enviarlos a su casa con su mamá y su papá cuando se cansan.

Aunque nunca he permitido que mi visión limitada sea un obstáculo para enfrentar los desafíos de la vida, esta nueva situación me dejó emocionalmente desolada. Quería tanto sentirme emocionada y feliz por mi hija y mi yerno, pero la verdad es que no estaba preparada para la inesperada comprensión de que nunca podría ver la hermosa carita de mi nieto o nieta. ¿Cómo iba yo a poder ayudarles a cambiarle los pañales, a darle de comer, e incluso a seguir el ritmo del bebé cuando comenzara a andar? Recordaba aun los desafíos a los que me tuve que enfrentar como madre con visión muy limitada mientras criaba a mis propios hijos, y lo agradecida que me sentía por la visión que tenía en ese entonces. Algo tan simple como poder reconocer los colores y algunos detalles me dio la confianza suficiente para atender todas las necesidades de mis hijos. Mirando hacia atrás, me doy cuenta de que realmente nunca lo pensé demasiado. Simplemente hacía lo que tenía que hacer con algunas modificaciones simples aquí y allá. Afortunadamente mi pérdida de la vista fue gradual a medida que iban pasando los años. Llegué paulatinamente a la ceguera, en pequeños incrementos. Por lo tanto, cuando perdí el resto de la percepción de la luz, no afectó mi rutina diaria; simplemente tuve que usar más técnicas adaptativas e incorporé el braille totalmente.

No sé por qué, pero el saber que carecía de la vista y el enterarme de que nuestro primer nieto estaba en camino fue como si me hubiera estrellado de cabeza contra una pared. Me di cuenta de que no podría compartir el mismo tipo de alegría a través de las experiencias de los demás. No podría ver las imágenes de ultrasonido durante el embarazo, los hermosos regalos que recibiría mi hija para su Fiesta de Bienvenida para el Bebé (Baby Shower), o a mi nietecito o nietecita cuando llegara. Iba a tener que depender de las descripciones verbales de los que me rodeaban. Y la experiencia me ha enseñado que las descripciones de las personas son todas diferentes dependiendo de lo que cada cual encuentre más interesante.

El 29 de julio de este año, nuestro nieto nació pesando nueve libras y media. Cuando su padre lo trajo al cunero para que todos los abuelos y familiares lo vieran, inconscientemente di un paso hacia atrás alejándome de la ventana.

Después de todo, no podía ver nada y sentí como si estaba en el medio de otros miembros de nuestra familia. Entonces sucedió la cosa más maravillosa posible. Una de las enfermeras salió del cunero y me preguntó si quería ver a mi nieto con las manos. ¿Cómo podía ella saber cuán importante era para mí verlo de lo única forma en que puedo ahora experimentar las cosas? ¡Mi nieto era perfecto! Por supuesto, su papá me dijo que tenía unos bellos ojos azules y unos hermosos mofletes regordetes. Sin embargo, pude descubrir esos mofletes yo misma.

En los días posteriores, mi hija me dio muchas oportunidades de interactuar con mi nieto y a ayudarle con su cuidado. Antes de que me diera cuenta, todos esos instintos maternales que había aprendido mientras criaba a mis hijos, resurgieron automáticamente. Sí, ciertamente cuidar niños siendo ciego es mucho más difícil; pero no es imposible.

Estoy segura de que al comienzo habré intentado de darle el biberón por el oído en vez de por la boca porque no podía ver que el niño había movido su cabeza hacia un lado. No obstante, rápidamente aprendí que, si utilizaba mi dedo meñique para localizar primeramente su boca, me podía asegurar de que le estaba poniendo el biberón en su boquita. Así de simple.

En pocos meses aprendí a adaptarme a mi nueva situación con mucho optimismo. Ya no me centro en lo que me pudiera estar perdiendo; por el contrario, me centro en mis contribuciones a la atención de Ben y en la simple alegría de ser abuela.

A medida que lea más artículos de nuestros compañeros de VisionAware, encontrará muchas estrategias fabulosas para el cuidado de bebés, niños de edad prescolar y niños más grandes. Todo lo que queda es un poco de paciencia y mucho amor y el saber que uno no está solo en la labor de padre, abuelo o familiar que tiene pérdida de visión.